miércoles, 21 de noviembre de 2012

Reflejarse en los checos, un camino posible


La final de la Davis en Praga demostró que se puede lograr el título mundial sólo con dos jugadores, siempre y cuando se respete el trabajo a largo plazo en base a una misma idea. Un guiño a la rica historia checa.

Sí se puede. Para planificar a lo grande, hay que definir bien el objetivo. Para alcanzar metas lejanas, hay que saber hacia dónde ir y cómo llegar. República Checa, a partir de simples premisas y, sobre todo, de una gran apuesta, demostró que se puede. Y esa gran apuesta en busca de la Copa Davis nació en 2007, cuando el capitán Jaroslav Navratil supo que era el momento de conformar un plantel con dos tenistas. Sí, forjó un equipo de sólo dos jugadores para disputar un torneo que le permite a cada país disponer de hasta cuatro soldados durante cada una de las batallas. Seguramente usted se preguntará cómo es posible lograr un título mundial de semejante envergadura prácticamente sin recambio. La respuesta es sencilla: hambre, sacrificio y locura por alcanzar la gloria.

Y es que la República Checa, antigua escuela de grandes tenistas, hacía tiempo que no la alcanzaba. De hecho, había llegado a la gloria sólo una vez, nada menos que 32 años atrás y de la mano de Tomas Smid, y la leyenda Ivan Lendl, quienes representaban por aquel entonces a Checoslovaquia. Una racha de 32 años de sequía que debía terminarse. Tomas Berdych y Radek Stepanek lo sabían mejor que nadie: quedar en la historia o nada. Y nada no era una opción.

Desde hace cinco temporadas, ambos disputan los tres puntos de cada serie en la Copa Davis. No importaron ni el demandante circuito ATP ni el cansancio -que, dicen, no existe cuando hay un objetivo claro y ganas de lograrlo-, la Davis nunca dejó de ser una prioridad para los checos. La única vez que apelaron a la estrategia en todo este tiempo fue la amenazante visita de Argentina en Ostrava por los cuartos de final de 2009, cuando Stepanek arrastraba una lesión y evadió a Juan Martín Del Potro el primer día para preparar de lleno el dobles y el quinto punto.

Buena parte de la Davis se le atribuye a Berdych, 
pero Stepanek fue el gran héroe en la final de Praga

Ese año los checos alcanzaron la final por primera vez con la fórmula Berdych-Stepanek. Las condiciones no eran las ideales: en el polvo de Barcelona los esperaban Rafael Nadal, David Ferrer y una dupla conformada por los consagrados Feliciano López y Fernando Verdasco, quienes defendían el título logrado en Mar del Plata. España triunfó por un aplastante 5-0, pero Stepanek y Berdych se llevaron algo de esa serie. Supieron que en algún momento tendrían revancha.

Tres años más tarde, el sorteo no les traería mucha suerte a los checos, que igualmente despacharon en el debut a Italia por 4-1. La mala fortuna los cruzaría con Serbia, campeón en 2010 y serio aspirante al título. Pero la Davis siempre trae sorpresas: Novak Djovokic, número uno del mundo y líder del conjunto rival, prefirió disfrutar la serie que Francia perdería con Estados Unidos en Montecarlo en lugar de disputar la propia frente a Berdych y Stepanek. Así, República Checa se imponía con autoridad por 4-1 y volvía a las semifinales.

Esperaba Argentina en el invulnerable Parque Roca de Buenos Aires. Una Argentina que en la previa metía miedo: el liderazgo de Del Potro, el espíritu “copero” de David Nalbandian, la ascendencia de Pico Mónaco y el oficio en el dobles de Eduardo Schwank. Todo en un mismo equipo. No obstante, Argentina sufrió varios desbarajustes durante las semanas previas; al retiro de Nalbandian en el US Open por una lesión que lo dejaría fuera de juego con los checos, se le sumaba la ‘no confirmación’ de Delpo para disputar la serie por su famosa dolencia en la muñeca izquierda. Mientras Argentina suplicaba para que su “as de espadas” diera el sí, Berdych y Stepanek se preparaban en silencio en busca de la final. Como siempre, con el objetivo bien definido.

Finalmente, Del Potro comunicó un día antes que jugaría “por la gente”. Vapuleó a Stepanek en el primer punto, no pudo evitar el llanto y todo era fiesta para Argentina. A partir del 1-0, sin embargo, todo cambiaría: Mónaco lo tuvo ante un volátil Berdych que terminó ganando por destellos de talento; Schwank y Carlos Berlocq cedieron ante una de las mejores parejas del mundo; y Del Potro, quien debía asumir el liderazgo para nivelar la serie, eligió bajarse y dejar que Berlocq, debutante en Davis, tomara el fierro caliente que implicaba enfrentar a Berdych, número seis del mundo.

De esta forma, con oficio y una pizca de fortuna, República Checa derrumbaba el imperio que Argentina había edificado en Buenos Aires. La gran final sería de nuevo con la poderosa España, pero esta vez en un escenario completamente diferente.

Con Tomas Berdych (6°) y Radek Stepanek (37°, 4° en dobles),
República Checa alcanzó la gloria.

Los checos eligieron el O2 Arena de la bellísima Praga como sede y una cancha rapidísima para recibir al mejor David Ferrer de la historia, que llegaba acompañado de Nicolás Almagro y los Maestros de Londres Marcel Granollers y Marc López. Los checos arrastraban números increíbles. El récord general de Berdych era de 38-13 y el de Stepanek, 26-13. En dobles, sumaban 12 victorias y sólo una derrota, en la mencionada final de Barcelona ante Verdasco-López. Berdych, también, acumulaba 10 triunfos consecutivos, contando singles y dobles. España, por su parte, presentaba una gran pareja para el sábado y un Ferrer que venía de ganar el Masters 1000 de París en indoor. Pese a la leve ventaja de República Checa, la serie adelantaba una gran paridad.

Pero el momento que los checos esperaban había llegado. Un incansable Ferrer conseguía los dos puntos de single tras vencer con autoridad a Stepanek y a un Berdych que no perdía desde marzo de 2011, cuando Andrey Golubev lo venció en Ostrava. Pero ni eso fue suficiente para España. República Checa consiguió los tres puntos a los que apuntó desde un principio: los dos partidos de Almagro y el dobles. Berdych derrotó al murciano tras cinco luchados sets y a la dura pareja de españoles junto con Stepanek, quien le daría el título soñado a su país luego de superar a Almagro en un emocionante quinto punto. 

“Esto es lo que busqué durante toda mi carrera. Vamos a ser leyendas”, contaba Radek Stepanek, cuyo amor por la Davis es sólo comparable con el de un puñado de jugadores, entre los que se puede mencionar a Nalbandian. El checo pateó el tablero y terminó con el absurdo mito que impone que un tenista debe cuidarse y no jugar los tres días. Con 34 años -sí, 34 años-, se repartió todos los puntos de valor con Tomas Berdych durante todas las series. Mientras otros países demostraron que es posible no ganar la Copa Davis con un equipo formado por cuatro Top Ten, República Checa hizo historia con dos jugadores que siempre tuvieron el objetivo bien definido. Así, claro que se puede.


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